No basta con viajar, sino vivir lo viajado y no todos lo hacemos de la misma manera. Sobre todo cuando un viaje implica la agudización de las percepciones y los sentidos para recibir la avalancha de nuevas cosas que te caen encima.
He estado la semana pasada en la región del Golfo de Nápoles, lo que incluye la ciudad de Nápoles, la Costa Amalfitana y la isla de Capri. En este post les hablaré por el momento solo de Nápoles. Desde mi visita al Brasil el año pasado le he tomado un cierto cariño a las islas, sobre todo cuando estas son o parecen tropicales, por lo que me decidí atravesar hasta Capri.
Son las 20 horas del lunes y la actividad en la ciudad comienza a menguar. Tonino, un amigo mio ha venido a buscarme al aeropuerto a pesar de sus compromisos de trabajo. Es ingeniero civil y debe presentar con urgencia un proyecto de construcción al ayuntamiento de Nápoles para su aprobación, ya que se trata de un sitio protegido donde antes de comenzar los trabajos de excavación deben pasar los servicios de arqueología del ayuntamiento ya que se trata de vestigios del siglo XII.
En Nápoles un permiso de construcción es algo delicado, ya que se supone que es un sector donde la Camorra ha llegado a extender sus tentáculos. Mientras viajamos al centro de la ciudad veo un cartel que indica Secondigliano y me permito decir en broma que por favor no pase por allí. Tonino sonríe ya que sabe que estoy haciendo alusión a uno de los pueblos donde la Camorra esta fuertemente implantada alrededor de Nápoles.
-Debes probar la pizza napolitana – me dice – ya que es la madre de todas las pizzas.
Puede que tenga razón pero aquella que comimos es una de las mas malas que he probado en mi vida.
En el aeropuerto esperaban pasar el control una joven pareja de suizos con dos hermosas adolescentes. Solo que el control para ellos fue inexistente y mi pobre pasaporte chileno fue hojeado para atrás y para adelante buscando el timbre TERRORIST sin poder encontrarlo. Después de haber sido escudriñado como buen latinoamericano me dejaron pasar.
Tonino no puede mas con su pesar por lo de la pizza. Me hizo reír mucho con su historia de «la madre de todas las pizzas». Aunque mas tarde le daría razón. Me confiesa que no ha venido a Nápoles desde hace mucho tiempo. Vive en Avelino en el corazón de los Apeninos. Se acordarán ustedes del cuento de Edmundo d’Amicis » De los Apeninos a Los Andes» que nos hizo llorar de tristeza cuando eramos chicos. Yo venia de Los Andes a Los Apeninos aunque sin pena ni dolor.
Al final llegamos a Piazza Amedeo donde estaba mi hotel. Este hotel es muy recomendable por su ubicación y por si les interesa les pongo una foto para darse una idea. Es muy limpio y mantiene una atmósfera algo «retro» con mucho hierro y madera en su mobiliario.
Como a muchos no me faltaban los lugares comunes para imaginar Nápoles antes de visitarla: una ciudad caótica, plagada de inmundicias sus calles, un vago perfume de tradiciones paganas y católicas mezcladas, la mafia,ruidosa, etc. Era exactamente lo que buscaba.
Resulto ser Lisboa, Valparaiso y supongo Zanzibar, todo eso junto. Ciudades a orillas del mar con colinas en cascada, funiculares, escalinatas, una actividad comercial legal e ilegal. Terminos que en Nápoles conviven diríase así, muy naturalmente.
Todo lo que existe pasa por aquí. -dice Roberto Saviano en su libro Gomorra -. Por el puerto de Nápoles. No hay producto manufacturado, tela, artículo de plástico, juguete, martillo, zapato, destornillador, perno, videojuego, chaqueta, pantalón, taladro o reloj que no pase por el puerto. El puerto de Nápoles es una herida. Ancha.
Dos días atrás la policía encontraba precisamente en un barco, cajas que contenían carne molida la que seria probablemente vendida al consumidor en forma de croquetas y que estaba compuesta de carne de mono, de serpiente y de tigre, todo esto bien mezclado, congelado y envasado. Todo lo que se produce en China llega a Nápoles. Y mucho de lo que llega a Nápoles es negocio de la Camorra, la mafia napolitana, diferente de la Cosa Nostra de Sicilia o de la Andragheta la mafia de Calabria.
Dado el poco tiempo me limité a pasear por barrios como el Vomero, accesible desde el malecón en funicular. El Vomero es un agradable barrio de clase media, con calles pintorescas y peatonales bordeadas por arboles frondosos y muchísimo comercio. Los napolitanos animan en familia por la tarde la Via Alessandro Scarlatti y la Piazza Vanvitelli. Han probado los helados italianos «son la madre de todos los helados», se lo digo yo.
Visité la Cartuja de San Martino en un flanco del castillo de San Telmo. Es una impresionante fortaleza construida en 1329. Domina completamente la ciudad y constituía uno de los pilares del sistema defensivo en aquel entonces. Desde uno de sus jardines pude fotografiar el Nápoles antiguo con el volcán Vesubio al fondo.
En la Cartuja se puede admirar una escena impresionante de figurillas en tierra y cerámica que representan la vida popular de fines del siglo XVIII.
Nota: Para mejor admirar las fotos vaya a mi página de fotos
En Nápoles hay una infinidad de plazas, como si cada una constituyera el centro de un barrio distinto. Paseando por sus calles y sus plazas se percibe una extraordinaria mezcla de estilos de arquitectura. La ciudad data del siglo VI antes de Cristo y fue creada por los griegos, conquistada después por los romanos los que la poseyeron hasta el final del imperio por ahí por el año 476. Mas tarde pasaría por muchas manos y muchos vireyes entre españoles y normandos.
Mientras paseaba por el viejo Nápoles, un barrio que es el ultimo reflejo de la vida popular y al mismo tiempo sus calles estrechas conservan aun el trazado greco-romano, pude ver lo colorido de las habitaciones las cuales cuelgan sus balcones con ropa colgando y desde las cuales los napolitanos se hablan a gritos de un balcón al otro, confundense las voces con el rugir del motor de motonetas, con las que decenas de jóvenes proveen con artículos diversos los restaurantes, los almacenes del lugar.
Al mismo tiempo es prudente no adentrarse mucho en estas calles, lo que hace que la foto de arriba la tomé desde una muralla tope desde la Via Umberto I. El sector mas seguro, es decir donde se puede pasear incluso al caer la tarde y cuando anochece es el paralelo a la Via Toledo (arteria comercial).
Allí funcionan muchas tabernas y restaurantes que sirven platos baratos y de buena calidad. Los napolitanos se vanaglorian diciendo que en Nápoles nació la pizza y es probable que sea cierto. Ademas Toni mi amigo me aconsejaba probar sobre todo la pizza margarita ya que decía las otras solo existen para los turistas. La pizza mas barata que he comido fue allí en el viejo Nápoles por la que pagué 3.50 euros y era una maravilla de pizza con solo tomate y mozzarella.
Pero Nápoles es un puerto, no hay que olvidarlo. El día Martes camine mucho y escribí en una pausa estas notas:
Al fin he podido dar un descanso provisorio a mis adoloridos pies. He tomado posesión de las 40 sillas 10 mesas del Café Megaride que ha decidido hoy cerrar sus puertas a la clientela. Toda la terraza es para mi sin consumir ni un solo vaso de agua.
Camino desde hace 6 horas. He hecho una parada al borde del mar, en el Castillo del Huevo. Es una fortaleza restaurada en los años 90 en la cual se dice que Virgilio habría escondido un huevo mágico encerrándolo en una caja de hierro desde hace siglos. El día que alguien descubra el huevo, el castillo se desplomará.
El puerto de Nápoles será el punto de partida a la Costa Amalfitana la que describiré en otro post. no olvidar ver todas las fotos en http://fotografias.hugo-orell.com
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